Antonio González Orea (Andújar 1925-2003). Nace en Andújar, en
la calle de San Francisco. Sus padres Manuel González Mora y Rosario Orea
Moreno, sus hermanas Encarna y Leonor. Vivirá en la calle Larga, lugar en donde
pasará su infancia, irá a la escuela de José Alcalde, así como al taller de
alfarería que había en la calle del Estudio, dejando ver las dotes para al
escultura, algo innato en él. Estudia enseñanza media en el instituto de
Andújar inaugurado en 1935, siendo también discípulo de Arias Abad que despertó
en él la Literatura y la Historia. Con 18 años y acabada la Guerra Civil
trabaja en al Ayuntamiento de Andújar en el negociado del mercado de Abastos.
En esos años de posguerra aparecerá una persona que cambiará su vida, se trata
de Francisca Cristina Sáenz de Tejada, que se convierte en mecenas y protectora
de Antonio, que hace que se vaya a Madrid a estudiar en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando, contando también con una beca del ayuntamiento de
Andújar.
En 1946-47 comienza sus estudios recordando algunos profesores como Juan Adsuara, Manuel Álvarez, Julio Moisés, José Ortells, Enrique Pérez Comendador, Francisco Soria, Eduardo Chicharro, entre otros, y como compañeros destacar al linarense Francisco Baños. La vida en Madrid con un ambiente cultural y social de una capital que se iba alejando de la tragedia de la Guerra Civil, marcará mucho la vida de Antonio G. Orea. La Pinacoteca del Prado, el Escorial, el Madrid de los Austrias, los conciertos y exposiciones formarán parte de la vida cotidiana e intelectual de Orea. En 1950, ya realizando el último curso obtiene Antonio G. Orea el premio de la Fundación Carmen del Rio, una magnífica figura humana, de hombre desnudo que deja ver una fuerza y a la vez serenidad dentro de los cánones de la escultura clásica.
En 1946-47 comienza sus estudios recordando algunos profesores como Juan Adsuara, Manuel Álvarez, Julio Moisés, José Ortells, Enrique Pérez Comendador, Francisco Soria, Eduardo Chicharro, entre otros, y como compañeros destacar al linarense Francisco Baños. La vida en Madrid con un ambiente cultural y social de una capital que se iba alejando de la tragedia de la Guerra Civil, marcará mucho la vida de Antonio G. Orea. La Pinacoteca del Prado, el Escorial, el Madrid de los Austrias, los conciertos y exposiciones formarán parte de la vida cotidiana e intelectual de Orea. En 1950, ya realizando el último curso obtiene Antonio G. Orea el premio de la Fundación Carmen del Rio, una magnífica figura humana, de hombre desnudo que deja ver una fuerza y a la vez serenidad dentro de los cánones de la escultura clásica.
Tras terminar sus estudio en Madrid,
Antonio G. Orea vuelve a Andújar quedando vinculado a la Escuelas Profesionales
de la Sagrada Familia del P Rafael Villoslada. Antonio G. Orea realizó muchas
obras para los Jesuitas, dió mucho más de lo que recibió a cambio que fue nada.
De aquellos años de creatividad y docencia quedó como positivo el contacto con
alumnos y compañeros como Miguel Fuentes del Olmo y Juan Maria Medina Ayllón de Villanueva de la Reina.
Antonio
G. Orea, en esta década de los sesenta de hace un magnífico relieve sobre la
figura del Capitán Cortés, idealizando su figura como Guardia Civil pero no
vinculándolo al asedio; también realiza otra obra de mayor envergadura, la del
Monumento a la Gesta del Santuario durante la Guerra Civil al cumplirse el 25
aniversario. Su proyecto gustó más que el que había presentado Ávalos vinculado
al Valle de los Caídos, y fue el
elegido. González Orea eleva una plataforma semicircular a la que se
accede por una doble escalinata sobre esta plataforma eleva una base
cuadrangular con un bello relieve de una maternidad, que sirve de base a la
gran figura de la Virgen que como un mehir apunta hacia el cielo; la imagen
sostiene entre sus manos la Cruz Laureada de San Fernando, y de la cintura para
abajo una obra en bronce que representa
aun ángel que sostienen a un caído en el asedio.
A
principio de la década de los sesenta realiza los bronces del Rosario
Monumental por las calzadas que se inauguraba en 1964, cuya breve descripción
ha quedado escrita. En 1970 obtiene la medalla Nacional de las Bellas Artes,
habiendo obtenido antes un primer premio Nacional de Artes Decorativas. De la
década de los setenta el Monumento a la Batalla de las Navas de Tolosa en La
Carolina, en piedra, bronce y hormigón. Concibe el monumento bajo tres
conceptos; el natural que representa Sierra Morena, los reinos cristianos con
los reyes de Navarra, Castilla, Aragón, Portugal y Arzobispado de Toledo, y el
pastor Martín Alaha.
De
carácter algo depresivo su estudio se convierte en un nido para la amistad, con
largas tardes de conversación con música de fondo, especialmente con el
arquitecto Luis Alonso, el historiador José Domínguez y este que escribe.
En 1980
se crea la Universidad Popular y Antonio pasa a coordinar todos los talleres,
En estos primeros años de la década esculpe su “Santa Teresa” que es adquirida
por el Ayuntamiento de Jaén para conmemorar el centenario del fallecimiento de
la Santa. En 1985, gracias a los consejos y ayuda de sus amigos nombrados
anteriormente se incorpora a la Facultad de Bellas Artes “Alonso Cano” de la
Universidad de Granada”, ciudad de la Alhambra en donde Antonio G. Orea se
reencontrará con él mismo al dejar la vida pueblerina que llevaba en Andújar.
Aquí hay que destacar la ayuda académica y la amistad del decano Pedro A,
Galera Andreu y de Luz de Ulierte. González Orea se hace doctor en Bellas Artes
por la Complutense de Madrid en el 1987 y dos años más tarde es Catedrático de
Universidad al nombrarlo el Consejo de Universidades por su humanidad y su
trabajo en las Bellas Artes.
En 1990 llega su jubilación y tres años más tarde el
Ayuntamiento de su ciudad natal presidido por José Antonio Arcos le nombra Hijo
Predilecto de Andújar. En 1999 se crea en la antigua iglesia de las Capuchinas
en Museo de Artes Plásticas que lleva su nombre, así como el de la Bienal de
Escultura. Con la llegada del nuevo Milenio, la Real Academia de Santa Isabel
de Hungría de Sevilla le nombra académico correspondiente. En el 2002 una calle
de su ciudad natal lleva su nombre y un Viernes Santo de 2005 nos deja para
siempre.
La obra
escultórica de Antonio G. Orea no tiene
comparación, fue un auténtico creador
con una base muy sólida en el clasicismo y en el pensamiento cristiano, de ahí
que la espiritualidad que reflejan sus obras sea la nota más característica.
Tocó infinidad de temas, infinidad de materias, el dibujo, la poesía. Le
hubiese gustado ser cantante de ópera, amando mucho este arte y en espacial su
obra preferida “Madame Butterfly” de Pucini. Con la Virgen de la Cabeza y su
Romería tiene una profusa obra en todos los campos como diseñador de la corona
de 1960, cartelista, Misterios del Rosario Monumental, etc. Todas estas
realizaciones aparecen en su año de inauguración.
Se agradece esta breve biografía que sirve para tenerlo presente.
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